Patricia Boned en el montaje de Sinofris. Foto cedida por Vicent Marí |
Patricia Boned en el montaje de Sinofris. Foto cedida por Vicent Marí Día de la inauguracion 3-03-2020. Foto: N. del Río |
Por casualidad, el 2 de marzo de este año, pasé por delante del
Club Diario y había una exposición de la que no tenía noticias.
Entré en la sala iluminada y una exposición con una clara
protagonista, la mujer, estaba expuesta en todo su esplendor,
claramente sería una de las actividades para celebrar el día de la
mujer. Pronto reconocí a su autora, no es ningún mérito, conozco a
Patricia Boned, y he colgado sus cuadros en distintas exposiciones,
desde 2003.
Aquella sala iluminada, llena de los colores y de la energía
artística de Boned, tan hermosa, pero a la vez tan vacía y distante
me inquitó, fue como un presagio. No había nadie recorriendo la
sala, a pesar de la cálida sensación de las imágenes. A la vez que
un silencio sepulcral reinaba y le confería un extraño estar. No
había leído nada de aquella exposición, la extrañeza me provocó
un poco de miedo, como si fuera una exposición fantasma, muy raro.
Me puse en contacto con Boned, la inauguración de su exposición
"Sinofris" sería al día siguiente, el día 3 a las 19:00,
de ahí aquel silencio y aquel vacío. Me despreocupé.
La inauguración fue tan alegre y popular como me había imaginado. Varias
generaciones de artistas y de visitantes acudieron aquella noche,
Boned es muy querida y admirada, dentro y fuera de los círculos
artísticos ibicencos, y aún se respiraba normalidad, aunque algunos
de los asistentes se saludaban con los codos y con las puntas de los
pies, pero había abrazos y besos, todavía nos sonreíamos entre
nosotros y hablábamos animados a una corta distancia. Fue una gran
fiesta. Tenía un gran anfitrión, el Club Diario, y una gran artista
como protagonista.
La exposición"Sinofris" muestra la obra madura de una
mujer llena de talento y sensibilidad, una mujer que nos muestra la
belleza en lo cotidiano, en lo sensible, Boned busca la
simplificación y la expresión, de ello la manera tan característica
de representar sus retratos. Básicamente toda su producción son
retratos de mujeres, en diferentes actitudes y gestos, son iconos de
mujer, podrían ser su retrato, (no hace mucho confesó al Diario de
Ibiza: "Pinto mujeres porque creo que me busco a mí misma en
cada obra"), podrían ser el de cualquier mujer (yo también me
encuentro en ciertos gestos de su obra), como buscando la esencia, la
idea que puede representar lo femenino en multitud de situaciones:
soñando, mirando pájaros, tomando café...en su evolución
artística sus caras han ido ganando expresividad, sabiduría,
madurez, tal vez, desfachatez, por qué no...
Que sus manos sean un simple trazo y donde no importa el número
de dedos, es un rasgo muy característico de sus retratos, además no
estiliza a sus mujeres, no las "deforma", muestra
mujeres con entrecejo (sinofris), con pechos caídos, sin esas
cansinas e imposibles medidas artificiosas, las enseña cansadas, contentas,
capaces de volar, en gestos naturales, no en posturas artificiales ni
posando en su mejor lado: hijas, madres, empresarias, amigas,
colaboradoras, con alas, libres porque según sus propias palabras,
"pueden volar en cualquier momento".
Dos años estudiando vitriales, en la Associació Catalana de les
Arts del Vidre, han dejado una riquísima y elegante paleta de color
y un predominio de la línea frente al color que definen sus obras.
El uso del color vivo puede estar influido por Vicent Calbet uno de
sus maestros. También nos sorprende con postulados más oscuros y
menos cromatismo, equilibrio inteligente. Una colección de 21 obras
en la que mujeres imperfectas muestran la infinitud de matices que
la belleza abarca.
Nada apuntaba que esta exposición sería probablemente la última
gran fiesta del arte en Ibiza. Nada señalaba que fuera estar colgada
casi dos meses y mucho menos que estuviera vacía de espectadores
durante todo este tiempo. Se han girado las tornas y ella silenciosa
se ha convertido en testigo de nuestro confinamiento en el pasar de
los días y en su propio encierro. Testigo mudo, sus 21 mujeres miran
la calle vacía de gente y escuchan el silencio casi absoluto de los no
coches. Aún no se han echado a volar.
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